Cómo evitar una avería en el cambio de marchas

El cambio de marchas es una de las tareas más básicas que podemos encontrarnos a la hora de conducir nuestro coche. Aunque cada vez los vehículos automáticos se están dejando ver más a menudo. Se trata de uno de los componentes más complejos de la mecánica de un vehículo y sus averías pueden resultar muy costosas. ¿Sabes el momento perfecto para cambiar de marchas, sea de tercera a cuarta o de segunda a primera? Es importante saber estas cosas para poder evitar una avería en el cambio de marchas.

 Sabes cómo debes tratar el cambio de marchas en tu coche? Te dejamos una serie de consejos que te servirán de ayuda para evitar averías.

Por un lado, no sólo es importante para poder llevar una marcha tranquila, sino que además se puede contribuir a que el motor y la propia caja de cambios dure el máximo de tiempo posible y es posible llegar a lograr una conducción eficiente, reduciendo los niveles de consumo de carburante tanto en ciudad como en carretera.

Cómo detectar una avería en el cambio y evitar posibles averías

Por otro lado, sabemos que en los motores gasolina se recomienda cambiar de marchas entre las 2.000 y las 2.500 revoluciones por minuto, dependiendo del tipo de coche que sea en todo momento. También depende de la situación: si vas cuesta arriba alarga más las revoluciones y exprime más la potencia de tu motor porque si cambias demasiado rápido el coche podría perder fuelle e incluso calarse.

En el caso de los coches diesel el cambio de marchas se realiza entre las 1.500 y las 2.000 ya que los motores a gasoil funcionan siempre a un régimen de revoluciones más reducido que los de gasolina.

Para poder evitar una avería debemos saber que los síntomas de que algo no va bien pueden afectar a este importante elemento de la transmisión van desde los ruidos o vibraciones hasta la pérdida de precisión de la palanca o, incluso, el bloqueo total del mecanismo y la imposibilidad de engranar las marchas. 

La causa más común de que una caja de cambios se averíe proviene de un fallo en el mantenimiento. En concreto de la falta de aceite en su interior, imprescindible para reducir los constantes rozamientos internos y para disipar el calor que se genera al transmitir la potencia del motor a las ruedas. 

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